Publicado el 22 agosto,2016 Por:
Por: Estefanía Parra y Catalina Uribe*
Debajo del suelo colombiano hay cientos de cementerios clandestinos. En ellos, se alberga seis mil rastros óseos hallados durante el 2016 en 5 mil fosas comunes. Tibias, cráneos, peronés, tobillos, fémur, huesos planos, irregulares, víctimas todos.
La mayoría de las fosas donde se exhuman cuerpos inertes, se encuentran en los departamentos de Antioquia, Magdalena y Putumayo. Las hay también en el Meta, Córdoba, Santander, Cesar, Bolívar, Nariño, Casanare, Caquetá, Sucre. Se extienden en el Norte de Santander, Guaviare, Chocó, Tolima, Cundinamarca, Valle del Cauca y Guajira. No se escapan Boyaca, Caldas, Cauca, Risaralda, Atlántico, Huila, Vichada, Vaupés, Quindío y Bogotá.
Antioquia, escenario de disputas a finales de los 90 entre cárteles de la droga, encabeza la cifra de los departamentos donde más se concentra el mayor número de fosas. 897 fosas encontradas en lo que va del año.
El proceso continúa tratando de reconstruir la escena del crimen. Con árboles nuevos, cambios en el espacio, marcas borradas y obstrucciones que hacen que la diligencia se tarde un poco más.
«En la cotidianidad de un conflicto armado tan prolongado como el colombiano, la muerte y el dolor se observan como una tragedia lejana a la que, casi siempre, se responde con indiferencia. Así se paraliza una sociedad, a veces indolente, a veces impotente, una sociedad que se resguarda en los centros urbanos, de espaldas a lo que ocurre en las zonas de la guerra, en las montañas, las fronteras, las selvas y los ríos». Lina María Céspedes-Báez.
El paradero de una fosa común es generalmente desconocido a menos de que alguna persona suministre información sobre el lugar en donde se enterró a la víctima. En Colombia desde que entró en vigencia la Ley de Justicia y Paz, la Fiscalía General de la Nación ha recibido múltiples denuncias sobre personas desaparecidas e información de la ubicación de estas fosas. Por este motivo, se creó un grupo especial conformado por fiscales, investigadores, técnicos y expertos encargados de realizar exhumaciones a lo largo y ancho del país.
Con la Ley 975 de Justicia y Paz, en su artículo 42, se conforma la Unidad de Justicia y Paz, y con el artículo 48, numeral 2, se establece la búsqueda de personas desaparecidas o muertas, como una prioridad para encontrarlas, identificarlas y entregarlas a familiares bajo la condición de sus creencias y ritos religiosos.
«Jamás se hará justicia”, “fuimos acusados y criminalizados», «perdimos la vida junto con nuestro familiar», «solo buscamos la sagrada sepultura para nuestros familiares, saber dónde los podemos visitar», este es el tipo de manifestaciones que algunas víctimas o sobrevivientes de masacres expresan en los diferentes archivos consultados sobre este tema, además de las declaraciones de dolor y pena leídas también por los allegados y familiares de los desaparecidos.
El conflicto colombiano tiene nombre y apellido, y no solo uno, lo han adoptado tantos padres y madres que sería un sacrilegio privarlo de todas las denominaciones que lo representan: angustia y lágrimas, tristeza e injusticia, guerra y sangre, algunos de los más mencionados. Por donde pasa la muerte nunca nada vuelve a ser como fue, la vida de quien la ve pasar marca un antes y un después, es el desconocido que nadie quisiera conocer, es la muestra más sincera del abuso y el drama.
Ahora bien, ¿se puede resarcir la muerte de un inocente? ¿Cómo afecta la violencia a las personas o comunidades? ¿Qué hacer frente al miedo de las víctimas?, son algunas dudas que la Unidad de Justicia y Paz busca solventar para actuar y brindar una segunda oportunidad a las familias que hoy luchan por salir adelante, por cambiar la historia, por tapar el dolor que el conflicto armado ha dejado en sus corazones.
Las voces de las familias piden ayuda, tranquilidad, justicia y reparación. Piden una muerte digna para sus seres queridos y es ahí donde el departamento de Justicia Transicional intenta hacer su tarea. ¿Cómo lo hace? Se mantiene en una lucha incansable por encontrar todos los cuerpos de esas personas que salieron de su casa tras la bendición de sus allegados y que nunca más regresaron; que doce, quince o veinte años después, no se entiende qué sucedió con ellos, buscando respuestas donde solo quedan restos de huesos que en algún momento fueron cuerpos llenos de salud y vida.
Hay varias vías para llegar al lugar donde yacen los cuerpos, una de las más significativas es a través de los postulados. El postulado (miembro de un grupo armado que quiere colaborar con la Ley en busca de beneficios legales) manifiesta ante el Fiscal delegado de un tribunal que tiene información acerca de una fosa y que quiere entregarla, esta información puede que sea cierta y lleve a concluir un hallazgo, pero también puede que no lo sea, todo es incierto, lo único veraz es que existe la disposición por parte de las entidades encargadas para llegar hasta las últimas instancias en cuanto a la búsqueda de cuerpos desaparecidos.
“A veces ellos saben del homicidio pero no saben del lugar donde ocurrió el hecho, entonces uno les pregunta cómo es el sitio, en qué sitio queda, si hay que caminar, cómo es el clima, entre otras cosas”, explica Nivaldo Jiménez, Fiscal 78 especializado del grupo de Exhumaciones.
Sicomain, Sirdec y Fiscalías seccionales son algunos de los entes a través de los cuales la Fiscalía puede identificar si la persona que dice el postulado está reportada o no como víctima. Una vez se realiza esto, inician los trámites para la búsqueda, cada vez es más grande la posibilidad de devolverle un poco de paz a alguna familia que anhela tener un cuerpo para enterrar y descansar de la zozobra que genera el no tenerlo.
Se da inicio a la logística, se genera un radicado de aprobación al Fiscal encargado de la diligencia para que arranque con la gestión.
El Fiscal Nivaldo Javier Jiménez cuenta lo que conlleva realizar una diligencia de búsqueda de cadáveres.
¿Una vez aprobada la diligencia, cuál es el paso a seguir?
Una vez lista la diligencia para programar, se solicita una logística y un radicado que es entregado por el coordinador de la Unidad diciendo que el Fiscal puede asistir, se dice cuántos días se va a demorar la búsqueda dependiendo de la cantidad de exhumaciones.
¿Aproximadamente cuántas exhumaciones se programan por diligencia?
Normalmente se hacen ocho exhumaciones por diligencia, a veces también se programan con víctimas pero cuando es con víctimas hay que llevar un psicólogo porque se debe prever posibles reacciones.
¿En qué consiste la logística?
Después de que se cumplen los requisitos documentales, se planea una logística, se pide un grupo de criminalística o de la Dijín. En cuanto al tema de seguridad se pide al Ejército que nos acompañe para evitar hostigamientos durante la jornada, también se hace la solicitud de perros de minas y explosivos puesto que las zonas a las que siempre nos dirigimos son delicadas en cuanto al orden público.
Mientras las entidades pertinentes preparan todo para iniciar la búsqueda, las familias no tienen conocimiento de la posibilidad que se contempla acerca del hallazgo del cuerpo de su familiar, la Fiscalía y el equipo de Justicia Transicional no informan a nadie hasta no tener certeza de los cuerpos que tienen y a quienes pertenecen, cualquier esperanza que se genere en falso podría ser mortal para una familia con ansias de justicia.
Llega el momento de ubicar la fosa, el postulado es trasladado al lugar, no sin antes firmar un pacto de fidelidad en cuanto a la información que va a ofrecer, la paz de muchas almas en manos de una persona que seguramente solo habla para buscar un beneficio legal.
El proceso continúa, muchos años después tratando de reconstruir la escena del crimen, con árboles nuevos, cambios en el espacio, marcas borradas y obstrucciones que hacen que la diligencia se tarde un poco más. Todo un equipo de criminalística y un Fiscal siguen las instrucciones de lo que el postulado aporta para el exitoso hallazgo de cuerpos y la reparación de víctimas, pero no todo es tan ideal, en repetidas ocasiones, la esperanza queda enterrada debajo de todos los huecos que fueron destapados sin hueso alguno.
Testimonios…
«La persona ya no puede volver donde pasó eso. Se quiebra fácilmente. Y por otra parte, siente que ya perdió la capacidad de sentir, como que ya se apagó su sentimiento y le cuesta expresar el afecto. Hemos visto eso en algunas personas, como formas de defenderse del dolor, pero también es un obstáculo para poder tener relaciones afectivas y poder sentirse bien consigo misma o con los demás». – Experto
«Un hombre vio cómo los paramilitares asesinaban y destazaban a varias personas. Desde entonces vive con esa sensación de persecución. Está como paranoico. Hasta se cambió el nombre. También contagia de eso a la gente alrededor suyo, ya no le toleran». – Experto
«Desde mi desplazamiento no he tenido más que tensiones y problemas. Primero, tuvimos que huir en medio del terror y nos separamos con otros miembros de la familia. Luego no tuvimos donde llegar y solo apoyo de algunos amigos. No teníamos ni casa, ni escuela para los hijos. Estuvimos mucho tiempo deambulando sin saber a dónde ir, cada vez peor. Cuando íbamos a las instituciones no nos daban ninguna solución. Solo así en el rebusque hemos sobrevivido a duras penas. Y siempre ocultando de dónde venimos para que nos acusen». – Víctima
«Ella no acepta la pérdida del hijo, sigue viviendo como si fuera a volver, a pesar de que ya sabe dónde lo mataron y aunque todavía no pudieron recuperar sus restos. Sigue muy afectada y trata de vivir como si su hijo aún estuviera. Es muy contradictorio porque no quiso hacer ningún trámite para pedir una indemnización, pero cuando se empezó a hablar de reparación económica ella decía. ¡Qué me van a reparar, no me van a devolver a mi hijo!», Víctima.
Tomado de la publicación de Carlos Martín Beristain «Acompañar los procesos con las víctimas».
Beristain, C. M. (2012). Acompañar los procesos con las víctimas. Bogotá: Fondo de Justicia Transicional.
Estefanía Parra y Catalina Uribe son estudiantes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, Colombia.