Publicado el 6 abril,2021 Por: Editor
La muerte por Covid 19 también puede entrar por tu alacena.
Por: Manuel González.
Viernes 30 de noviembre de 2020. Alexander, el joven de buen ánimo y actitud servicial, ha cumplido su tiempo de aislamiento. Hace quince días resultó positivo para Covid-19. Dos semanas sin cumplir con su rutina de trabajo, quince días de total encierro, soledad y lejanía de sus padres. Un mareo que sale a flote faltando tres días para que acabara su cuarentena.
Cumplido el plazo de encierro, Alexander se reintegra a sus labores normales, pero continúa sintiendo que el mundo le daba vueltas. Averiguó en Internet si éste era uno más de los síntomas del famosísimo Coronavirus, pero encontró que no.
Al cuarto día de trabajo el joven de 23 años decidió consultar a una médica cercana. En la llamada, mientras él le explicaba los síntomas a la doctora, el instinto de la profesional salió a flote y le sugirió un examen de Glicemia Pre y Pos, como dijo ella, para descartar una disfunción en la glucosa del organismo.
Alexander por su parte, muy incrédulo, pues era de aquellos a los que no le daba ni una gripa, accede a la recomendación de su doctora. Ayunar para ese examen le costó un montón, no estaba acostumbrado a no comer en tantas horas, pero hizo el esfuerzo, después de todo, era solamente para una mañana.
Al llegar al consultorio a la hora pactada, Alexander recibe ese chuzón en el dedo que le recordó que su madre, auxiliar de enfermería, ya le había hecho esa misma prueba y los resultados coincidieron. Después de dos horas de haber roto el ayuno recibe el segundo pinchazo y con él se confirma que ahora tiene hipoglucemia.
Las recomendaciones fueron inmediatas: una dieta que incluyera más vegetales, proteínas y menos carbohidratos, además de comenzar a disminuir el consumo de azúcar en sus bebidas. La pastelería, los helados de chocolate (sus favoritos) deberían ponerse a un lado, no así el ejercicio físico. Debe estar pendiente de tomar una pasta al desayuno, dos al almuerzo, una en la cena y veinte gotas de una medicina llamada Pulsatilla, tres veces al día. Ahora su vida tiene una nueva rutina.
Alexander, que hasta hace unos días se levantaba a la hora justa para darse un duchazo, vestirse y salir corriendo al trabajo sin desayunar, ahora se levanta con dos horas de anticipación, hace media hora de actividad física, tiene un tiempo de conexión espiritual y le quedan cuarenta minutos para preparar su desayuno, arreglarse y comer.
Al volver del trabajo, tiene que correr nuevamente para cocinar algo de verduras y proteínas, tener algunos minutos de descanso antes de salir a cumplir con las tareas de su universidad que lo ocupan desde las 3:30 p.m. hasta las 9:30 que terminan sus clases. La cena es otro inconveniente, pues llega bastante tarde, pero con un apetito grande.
Hay días, como le sucede a todos con el encierro, en los que Alexander se siente agobiado y piensa que es demasiado joven para tener una condición como esa. Sin embargo, a veces da un suspiro y sigue adelante: está sin su familia y no puede sentarse a llorar con ellos, tiene que sostenerse.
Alexander cambió su vida por un mareo que apareció sin avisar, como suelen aparecer las enfermedades. Por supuesto que en la cuarentena Alexander preparó el camino para la hipoglucemia. Comía mal, se llenaba de bebidas dulces y había alcanzado 72 kilos, cinco por encima de su peso ideal.
Gracias a la presión que le produjo el encierro por la pandemia, Alexander estaba cinco kilos por encima de la tabla de pesos recomendados en función de la altura que publicó Blog de Bienestar en su página web. La cuarentena le produjo mucha ansiedad y con ella llegaron las comidas rápidas y azucaradas. En medio de la soledad, a veces, “las penas con pan son menos”.
Pasadas tres semanas, Alexander ya había echado raíces en la rutina de alimentación, el ejercicio, la meditación diaria que lo ha fortalecido tanto. Pues, para él era importante abordar la salud desde una perspectiva integral: espíritu, alma y cuerpo, como se lo explicó la Dra. María Fernanda Bermúdez, especialista en medicinas alternativas.
El joven, que seguía manteniendo la misma actitud positiva que lo caracterizaba, tuvo un segundo bajón anímico cuando se enfrentó una vez más al examen de glicemia. Esperaba un resultado alentador, pero sucedió todo lo contrario: los niveles de azúcar seguían muy bajos. Lo mismo sucedió las dos semanas siguientes, así que una nueva perspectiva se añadió al proceso.
Gonzalo Escobar, un psicólogo amigo de la Dra. María Fernanda, le sumó al tratamiento una visión desde su campo, asegurando que «la mayoría de las enfermedades tienen una conexión emocional». Alexander agregó a su nueva rutina la terapia psicológica para encontrar respuestas.
Hace ya cuatro semanas que Alexander está frecuentando al psicólogo. Las terapias le han ayudado muchísimo, pues la sensación de soledad, la presión y el manejo de sus pensamientos negativos que frecuentemente lo visitan, pueden llevarlo a comer cosas que le harán daño.
Alexander es consciente de que a veces es difícil manejar la situación, pero persevera. Tiene en cuenta las recomendaciones que ha leído en la página web de Geo Salud, donde sugieren una dieta con alimentos ricos en fibra dietética, limitar el consumo de harinas y grasas no naturales y seguir manteniendo el peso, que para él, ya ha llegado a la normalidad.
Una de las cosas que convenció a Alexander fue la idea de que, a través de un estilo de vida saludable, podría tratar su enfermedad y prevenir muchas otras. Esta idea la encontró en el libro Ungido de Julio César Ruibal, fundador del movimiento del que hoy hace parte. En esas páginas, el autor hace buena mención al mensaje de salud, diciendo que “la palabra de Dios, tiene principios dietéticos”. Él y su familia cambiaron su dieta y asegura que se comenzaron a sentir mejor.
Para el 2015, un artículo del periódico El Tiempo, aseguró que en el Valle del Cauca hay 105 mil personas que sufren de diabetes. Alexander está seguro que no quiere hacer parte de la lista. Por eso se aferra a la promesa que ha encontrado en el libro donde reposa esta frase que lo alienta: existe la esperanza de que usted tenga un futuro saludable, sin necesidad de aprender a soportar la enfermedad, experimentar mutilaciones necesarias o sufrir enfermedades paralizantes.
Alexander sigue creyendo, dando la pelea, organizando su vida. Y aunque a veces las cosas se complican, está seguro que la hipoglucemia le ayudará a crecer, pues como dice la biblia en Romanos 8:28 “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”.
Alexander, al igual que muchos otros jóvenes, no tenía una rutina de cuidado de la salud, no visitaba el médico periódicamente, no tenía una dieta saludable, ni sabía que los problemas emocionales podrían llevarlo a refugiarse en hábitos negativos de alimentación. Sin embargo, hoy está seguro que, así como se ahorra para tener un colchón que nos sostenga en tiempos de crisis, debe cuidar su cuerpo para responder ante las enfermedades.
Ahora Alexander anima a otros jóvenes a prevenir, tener un balance; a no esperar a que la enfermedad se evidencie para tener que hacer cambios obligados. Es consciente que a veces las circunstancias nos obligan a tener más disciplina. La suya fue un mareo. Y ahora lo piensa dos veces antes de pedir una pizza.
Publicado el 6 abril,2021 Por: Editor