El Papa y “La Tournée de Dios”

Publicado el 28 septiembre,2015 Por: admin

Por Rodolfo Patricio Florido *

El extraordinario libro, La Tournée de Dios de Enrique Jardiel Poncela pareciera aplicarse a las críticas y destrucción que no pocos sectores eclesiásticos y políticos intentan con el Papa Francisco, del que esperan que convalide sus apreciaciones para luego afirmar que están frente a un Papa revolucionario.

Y, de hecho, lo es.

Tanto por sus gestos como por sus contenidos cada vez que habla en ese doble rol que supone ser Jefe de la Iglesia Católica y Jefe del Estado Vaticano.

En aquel libro, el que todo libre pensador y creyente debería leer, no necesariamente para acordar en todo pero si para pensar y meditar, Dios, regresó en toda su pompa e inequívocamente al mundo. El mundo y todos sus Jefes de Estado, Papa incluido, quedaron en shock.

Todos lo querían ver, todos lo querían escuchar, pero todos querían que Dios confirmara sus propias verdades relativas como verdades universales.

Izquierdas, Derechas, minorías perseguidas y la propia Iglesia solo querían escuchar que sus razones eran las verdaderas. Pero no sucedió. Así, una vez más, la humanidad no quiere oír lo que no conviene a sus prejuicios y necesidades políticas personales y acaba por abandonar a Dios como si fuese un viejo chiflado.

Pasa de ser llamado por todos a ser poco menos que el más excluido de los hombres.

No voy a extenderme más sobre esta joya literaria  –La Tournée de Dios– que recordamos en toda su dimensión como si el tiempo no hubiese pasado cuando no pocos criticaron y critican el viaje de Francisco I a Cuba y su no reunión con los disidentes cubanos.

O su disposición de que los sacerdotes puedan efectuar perdones en el año de la Misericordia a pecadores que antes no podían ser perdonados ya que estaban reservados a la Sede Apostólica o sea a las más altas figuras dignatarias de la Iglesia.

O su gesto de ordenar a los templos, casas de retiros y Monasterios a recibir siquiera a una familia de exiliados, musulmanes ellos en su gran mayoría.

Francisco no recibió a los disidentes cubanos. Pero tuvo una afirmación en tierra cubana —evitar el conventillo de la ideología— que es mucho más significativa para Cuba y para el Mundo todo, aunque no pocos comentaristas parecieran desentenderse respecto al carácter universal de esta afirmación que incluye pero excede en mucho a Cuba.

Casi como que no hay país en el mundo que pueda desentenderse de esta afirmación que incluye cualquier pensamiento hegemónico, cualquier ideología totalizadora, cualquier pensamiento que se defina por la exclusión del pensamiento de los otros, cualquier descalificación del otro por la mera discriminación del pensamiento distinto. Es más, dijo claramente el Papa… «No nos desencontremos aunque pensemos distinto».

¿Cuántas Naciones, cuantos Gobiernos, cuantos Jefes de Estado, pueden decir que no generan desencuentros solo por pensar distinto? Algún lector dirá en su enojo… “personalice, Florido, personalice…”.

No tiene sentido. Cada uno en su intelecto más profundo y menos hipócrita, sabe de lo que estamos hablando.

Otros, buscan en la personalización de la maldad o la persecución, generar sus propias persecuciones porque sienten que para dejar de ser perseguidos deben ser perseguidores. Y, esto, no es la raíz profunda de lo que Francisco pide, vive y afirma.

Francisco fue más allá cuando afirmó:

 «Si vos pensás distinto que yo, ¿por qué no vamos a hablar?…, «No nos desencontremos aunque pensemos distinto».

Todos entendemos. Pero si lo que entendemos es que nuestros propios prejuicios deben ser escuchados y así execrar el pensamiento único del otro que nos agredió, entonces no entendemos nada.

Luego fue a los Estados Unidos y frente a su Congreso expresó:

«ninguna religión es inmune al extremismo ideológico… Imitar el odio y la violencia de los tiranos y los asesinos es la mejor manera de tomar su lugar».

Y llegarían otros conceptos y otras afirmaciones. Pero estas dos, vistas desde la perspectiva histórica de este viaje y de las múltiples facetas de este Papa, Jefe de Estado, Cabeza de la Iglesia Católica, Latinoamericano y argentino, dice mucho.

Mucho más incluso que lo que muchos quieren escuchar. Mucho más de lo que muchos quieren practicar.

No son pocos los seres humanos que esconden vocación de venganza donde debería haber vocación de superar los desencuentros y que solo validan la Justicia cuando esta confirma sus prejuicios. La Argentina tiene mucho que aprender de esto. El Mundo también.

Cuando este Papa habla no pueden ni deben descontextualizarse sus palabras y sus actos. Todo tiene un sentido y un pedido de acción para los fieles y para quienes no lo son. Cuando Francisco afirmó:

«Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad de un pueblo noble y digno… Como María, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliaciones… Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones embarazosas de nuestra gente, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos, todos juntos… Nuestra revolución pasa por la ternura que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás»

Con estas frases el Papa nos está diciendo que las palabras sin el acompañamiento de las acciones son huecas y carecen del valor testimonial activo de los Cristianos. La invocación no es menor.

De nada sirven las palabras huecas dichas al calor de lo políticamente correcto sino están acompañadas por un contenido soportado en acciones concretas y con un costo que exceda el aire expelido.

En mi país, la Argentina, nunca históricamente ha habido más leyes ni nuevas estructuras para evitar el feminicidio, la exclusión, la violencia escolar, el bullying  y discriminación. Sin embargo, nunca ha habido más feminicidios, más exclusión, más violencia escolar, más bullying y más discriminación que en todos los años en que estas leyes se han puesto en funcionamiento.

Obviamente no es que las leyes estén mal, es que las conductas en la praxis de nuestras conducciones han ido en contramano con las leyes que ellos mismos promueven.

Es como si importara más el progresismo verbal declarado que las acciones concretas para educar el soberano. Las sociedades aprenden más por el ejemplo y el castigo de las leyes que por las grandilocuentes palabras, pero vacías de acciones.


* Profesor titular en la Escuela Nacional de Periodismo y en el Círculo de Prensa de la Capital Federal (Argentina)

Fotografía:Pope Francis’ Address in Plenary © European Union 2014 – European Parliament. (CC BY-NC-ND 2.0).

Publicado el 28 septiembre,2015 Por: admin

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