Publicado el 29 septiembre,2015 Por: admin

Por Rafael Arriaga

El próximo cuatro de octubre México estrena el primer gobernador sin partido.

Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, asumirá la gubernatura de Nuevo León tras haberse impuesto a un tradicional sistema de partidos, en el que los candidatos independientes, simplemente no tenían cabida.

El Bronco hizo «la chica» en el estado industrial más importante de México que representa el 7% del PIB Nacional, tiene una tasa de inflación menor a la media nacional (2.17% vs 2.74%) y una tasa de desempleo del 4.9%, apenas medio punto porcentual superior al indicador en Suiza (4.4%) y dos puntos menor al desempleo que hay en Dinamarca (6.3%).

Nuevo León es además cuna del grupo de empresarios más importantes de México entre los que se encuentran:  Armando Garza Sada, de Grupo Alfa; José Antonio Fernández Carbajal, de FEMSA; Adrián Sada González, de Vitro; Rogelio Zambrano, de Cemex; Tomás González Sada, de Cydsa; Sergio Gutiérrez Muguerza, de Deacero; Eduardo Garza, de Frisa; Enrique Zambrano Benítez, de Proeza;  Eugenio Garza Herrera, de Xignus, y Julián Eguren, de Ternium.

Rodriguez Calderón llega a la gubernatura con un amplio bono democrático que tiene a su favor la carente necesidad de cumplir cuotas, pagar favores políticos y/o solapar actos de corrupción a un antecesor del mismo partido político.

Su verdadero logro, mas allá de ser gobernador de un emporio industrial, será el de imponerse a un sistema democrático diseñado para des incentivar la participación ciudadana y la rendición de cuentas.

El verdadero triunfo de El Bronco fue el de haber leído su momento, el momento que le dio el triunfo sobre sus contrincantes.

Una historia conocida

Vicente Fox Quezada llegó a la presidencia de la República en el año 2000 bajo el mismo esquema con el que El Bronco ganó la gubernatura de Nuevo León: sabiendo leer el momento y al electorado.

De la mano de un publicista outsider  —Santiago Pando, quien entre otras cosas asegura haber sido contactado por mayas intergalácticos— , Fox utilizó a su favor una herramienta relativamente nueva para  un sistema electoral simulado : el marketing político.

Durante décadas, los procesos electorales en México echaban mano de un aparato político centrado en  el corporativismo y el clientelismo que auspiciaba un voto duro. Cada segmento de la sociedad estaba coptado por algún brazo del sistema político que permitía la organización y movilización popular de masas con fines electorales.

Así, mientras el sector campesino se encontraba agremiado a la Confederación Nacional Campesina (CNC), el sector obrero se organizaba en torno a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), y la clase media burocrática gravitaba en torno a la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), el sistema electoral mexicano estaba diseñado para obtener triunfos de “carro completo” de la mano de la voluntad presidencial. 

El sistema electoral mexicano era hegemónico; tenía sn sólo partido, el de un gobierno, que controlaba todo.

Desde la organización de las elecciones (que incluía además el conteo de votos y designación del ganador) hasta el control férreo de la información transmitida en los medios de comunicación, en la vida política de México, los ciudadanos simplemente coexistían en un mundo de participación imaginaria. Los ciudadanos   no eran necesarios para ganar una elección.

En 1976, por ejemplo,  José López Portillo ganó con el 91.90% de los votos en un round de sombra en el que no existió ningún candidato de oposición registrado para participar en los comicios.

La composición de la Cámara de Diputados  tras dicha elección fue abrumadora con una oposición prácticamente testimonial: el PRI obtuvo el 80% de las curules con 12 millones 800 mil votos, el PAN obtuvo un millón 380 mil votos (que le significaron tan sólo 20 escaños de 237 posibles) y los partidos satélites del PRI, El Partido Popular Socialista y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana obtuvieron entre los dos poco menos de 900 mil votos que representaron el 5.5% de la votación.

México era, desde 1929, un país de un sólo partido; de un sólo hombre…  incluso de una sola frase que era repetida como mantra hasta el cansancio en campañas electorales hechas a modo.

No había incentivos para ganarse el favor del electorado por que el resultado siempre sería el mismo.

En el año 2000, para enfrentar a Vicente Fox «el adelantado»,  el PRI intentó repetir la misma fórmula que le había funcionado desde la fundación del partido. Eligió entonces a un candidato de unidad que contaba con las credenciales necesarias:  Francisco Labastida se había desempeñado como Secretario de Gobernación, de Agricultura y Ganadería, de Minas e Industria Para estatal, Subsecretario de Programación y Presupuesto y como gobernador de Sinaloa.

Pero lo que era bueno en el papel, no servía para el nuevo esquema de participación ciudadana.

México había cambiado.

Tras los sismos de 1985, que permitieron la organización de la sociedad civil ante la ineficacia del gobierno para responder a la tragedia, el supuesto fraude electoral de 1988, el surgimiento de la guerrilla zapatista, los magnicidios y la crisis de 1994, la vieja fórmula ya no era sustentable.

Vicente Fox supo leer el momento y entendió que estaba ante un mal candidato que vivía un mal momento.

La estrategia de campaña  fue precisa y contundente; “El Voto del Cambio”, “¡Ya basta!”  y una serie de spots que transformaron la manera de ver a la política permitieron un triunfo sin precedentes y cambiaron la manera de ver la política en México bajo uno de los principios del partido que lo postuló, la acción nacional de ciudadanos informados. 

Carisma vs Mirreyes

Al igual que Vicente Fox, Jaime Rodriguez Calderón no sólo supo leer su momento, también entendió perfectamente a un electorado quien rápidamente se identificó con el.

Calderón no tenía frente a sí  únicamente a malos candidatos, su mayor bono triunfador era un gobernador que literalmente nunca se despeinó.

La carrera política de Rodrigo Medina  fue estructurada por un grupo político de renombre que impulsó a su delfín con la idea de renovar la cara de un PRI  sumergido en el mundo de los dinosaurios.

Este grupo no sólo preparó la candidatura de Medina a la gubernatura, sino que incluso, en sus sueños febriles, consideró que podría incluso pelear por la Presidencia de la República y competir tú por tú con Enrique Peña Nieto quien en los albores del 2009 todavía no convencía a muchos priistas de la vieja guardia.

Cuando Natividad Gonzáles Paras, fungía como Gobernador en turno (2003-2009) la gubernatura de Rodrigo Medina «ya estaba decidida».

Rodrigo Medina debutaba en ese entonces como Diputado Federal en la LX Legislatura donde le dieron la presidencia de la Comisión de Seguridad Pública. Su nuevo staff estuvo conformado por gente de Nuevo León pero también asesores que apuntalarían su pre candidatura.

Este apoyo que incluía la presidencia de una de las comisiones más importantes del pleno cameral —considerando el escenario de violencia que rápidamente se extendería por todo México— sumó además la  simpatía con la cúpula priista nacional (incluídos César Camacho Quiroz  y Miguel Angel Osorio Chong) quienes   comenzaron a incluirlo en su círculo político de confianza y  reuniones a puerta cerrada.

Pero «la gente del común», que por alguna razón debía toparse con Medina, siempre sentía un poco de miedo y  de repulsión en la Cámara de Diputados porque su porte de niño bonito, bien vestido y cuidado, era totalmente contrario a los comentarios displicentes que refería a sus colaboradores a quienes incluso les negaba el saludo.

Cuando Medina saltó de Diputado a Gobernador, la cúpula priista lo veía venir como el chico prodigio que podría encabezar un programa transexenal.

Nada más alejado de la realidad.

El apoyo que recibía de las cúpulas no se compararía con el repudio que recibiría de sus gobernados al término de su administración. La  falta de apoyo por parte de la población no fue gratuita.

Durante los seis años de gobierno de Medina, Nuevo León se convirtió en el estado más endeudado del país en términos absolutos y como porcentaje de sus ingresos totales. Hoy día, el estado presenta una deuda del 102% de sus ingresos  que según Movimiento Ciudadano asciende a  133 mil millones de pesos (casi 8 billones de dólares).

Sin embargo, lo que realmente indignó al electorado, fue la suma de presuntos actos de corrupción que inundaron la administración de Medina. Conforme su sexenio fue avanzando, los señalamientos de corrupción se fueron incrementando.

Desde una supuesta ordeña del Metrorrey, donde ante el aumento de usuarios misteriosamente disminuían los ingresos (el periódico Reforma documentó la existencia de taquillas «alternas» que vendían boletos sin reportar ese ingreso), el quebranto del sistema estatal de pensiones con al compra de bonos basura por más de 300 millones de pesos, el robo de 312 mil placas vehiculares que se supone fueron vendidas por kilo como chatarra y la adquisición de terrenos y propiedades por la familia del gobernador fueron suficientes para marcar el hartazgo de  los ciudadanos.

En contraparte a la historia de Medina, El Bronco supo construir una historia que lo planteó como una alternativa a los partidos tradicionales y cimentó su campaña en una estrategia digital altamente efectiva y en un carisma natural que rápidamente enganchó a los electores.

En un país donde tres de cada diez hogares tiene intenet, pero en un estado (Nuevo León) donde más del 50% de la población mayor a seis años sí tiene acceso Facebook, Twitter y You Tube se convierten en mejores herramientas de campaña que la repartición de láminas y despensas.

El dispendio en las campañas electorales —que incluyó el uso de hologramas— y la utilización de medios de comunicación tradicionales,  poco pudo hacer con la viralización realizada por los ciudadanos ante un personaje que representaba al voto de castigo contra los grupos tradicionalmente hegemónicos.

Rodriguez Calderón lo mismo  se fue contra sus adversarios políticos que contra aquellos medios (Televisa y Multimedios) que no sólo le cerraron las puertas, sino que se encargaron de hacerle una guerra sucia que fue poco efectiva.

 Lo que no supieron leer los adversarios, fue que, ante el cierre de espacios críticos en los medios de comunicación tradicionales (que incluso incluyó a la autocensura para no dar a conocer los actos delictivos del crimen organizado), los ciudadanos encontraron en las redes sociales una correa de transmisión del pensamiento crítico y la filosofía del inconformismo social.

LA corrupción no sólo alcanzaba a los políticos en turno, sino también a todo aquel que se negaba a condenar abiertamente las malas prácticas de los políticos en turno.

Esa correa de transmisión fue utilizada por El Bronco para rápidamente esparcir su mensaje de la mano de 80 mil voluntarios digitales que no sólo contrarrestaban los ataques sino que rápidamente se organizaban para esparcir

4 de octubre no se olvida

El bono democrático logrado con el triunfo de Vicente Fox  dilapidó la figura presidencial que tanto criticó y creo un entorno de falsas expectativas que en poco contribuyeron a la consolidación democrática de México.

No fueron sólo las ocurrencias y frases coloquiales las que marcaron su administración, también lo fueron la falta de un verdadero cambio que no sólo no logró la captura de un ningún pez gordo, sino que repitió muchos de los vicios del PRI Tradicional.

A partir del 4 de Octubre, El Bronco tendrá que tomar la decisión disyuntiva de cumplir con lo prometido, o de simplemente administrar su discurso durante el resto de su administración.

Esta decisión podría marcar para siempre el éxito o fracaso de la expectativa generada en torno a los candidatos ciudadanos, quienes hoy, a tres años de la próxima elección constitucional, se erigen como una alternativa en un país en el que nunca pasa nada. En el que el castigo sólo llega a quienes no se pueden defender.

Publicado el 29 septiembre,2015 Por: admin

DEJA TU COMENTARIO:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Lo más Reciente

Nuestros Columnistas